miércoles, 16 de diciembre de 2009

HIS TEMA IV part 3 Revolución liberal en el reinado de Isabel II


a) Los progresistas en el poder (1836-1837).

Los progresistas, descontentos con las tímidas reformas iniciadas, tenían su fuerza en el dominio del movimiento popular, en su fuerte influencia en la Milicia Nacional y en las Juntas revolucionarias. En el verano de 1835, y de nuevo en 1836, los progresistas protagonizaron una oleada de revueltas urbanas por todo el país.
Ante la situación, en Septiembre de 1835, Mª Cristina accedió a restablecer la Constitución de Cádiz y entregó el poder al progresista Calatrava.
En el corto período de tiempo que transcurrió entre Agosto de 1836 y finales de 1837, los progresistas asumieron la tarea de desmantelar las instituciones del Antiguo Régimen e implantar un sistema liberal, constitucional y de monarquía parlamentaria. Una de sus primeras actuaciones fue la llamada reforma agraria liberal a partir de tres grandes medidas:
       1) Disolución del régimen señorial.
       2) Desvinculación.
       3) Desamortización. En el año 1836, el presidente Mendizábal decretó la disolución de las órdenes religiosas (excepto las dedicadas a la enseñanza y a la asistencia hospitalaria) y estableció la incautación por parte del estado del patrimonio de las comunidades afectadas.
Junto a la abolición del régimen señorial y a la transformación del régimen de propiedad, una serie de medidas dictaminadas al libre funcionamiento del mercado completaron la liberalización de la economía.
El gobierno progresista convocó unas cortes extraordinarias para redactar un texto constitucional que adaptase el de 1812 a los nuevos tiempos. El documento, aprobado en Junio de 1837.
La Constitución de 1837 proclamaba algunos de los principios básicos del progresismo.
Otras leyes vinieron a culminar el entramado jurídico constitucional: La ley de Imprenta que hizo desaparecer la censura previa y la Ley electoral (1837).

b) Los moderados en el gobierno (1837-1840).

Una vez aprobada la Constitución, se convocaron nuevas elecciones para Octubre de 1837, que fueron ganadas por los moderados. Los moderados intentaron desvirtuar los elementos más progresistas de la legislación del 1837. Una Ley de Ayuntamiento dio a la Corona la facultad de nombrar a los alcaldes de las capitales de provincia.
La Ley de Ayuntamientos enfrentó a progresistas y moderados. El apoyo de la Regente a la propuesta moderada provocó la oposición progresista, que impulsó un amplio movimiento insurreccional con la formación de Juntas revolucionarias en muchas ciudades. Mª Cristina, en 1840, antes de dar su apoyo a un nuevo gobierno progresista, dimitió de su cargo. Entonces, los sectores afines al progresismo dieron su apoyo al general Espartero, vencedor de la Guerra Carlista y con un gran soporte popular, que asumió el poder y se convirtió en regente en 1840.
2) La regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero disolvió las Juntas revolucionarias y convocó nuevas elecciones, que dieron la mayoría parlamentaria a los progresistas. Durante su regencia actuó con un marcado autoritarismo: fue incapaz de cooperar con las Cortes y gobernó sin más colaboradores que su camarilla de militares afines, conocidos como los ayacuchos.
Una de sus actuaciones de mayor trascendencia fue la aprobación, en 1842, de un arancel que abría el mercado español a los tejidos de algodón ingleses. La industria textil catalana se sintió gravemente amenazada y la medida provocó un levantamiento en Barcelona.
Los moderados aprovecharon la división del progresismo y el aislamiento de Espartero para realizar una serie de conspiraciones encabezadas por los generales Narváez y O’Donnell. En 1843, Espartero abandonó la regencia y las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II y la proclamaron reina a los trece años.

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