El sector más ultraconsevador de los absolutistas, los llamados carlistas, se negaran a aceptar la nueva situación.
Maria Cristina, nombrada regente durante la enfermedad del rey, formo un nuevo gobierno de carácter reformista.
En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija, de 3 años de edad, como heredera del trono, y nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de Isabel. Comenzaba así la primera guerra carlista.
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