2. La gran insurrección
En 1879 se produjo un nuevo conato de insurrección contra la presencia de los españoles en la isla, que dio lugar a la llamada Guerra Chiquita. La sublevación de los mambises fue derrotada. El Grito de Baire en 1895 dio inicio a un levantamiento generalizado. El jefe del gobierno español, Cánovas del Castillo, envió un ejército al mando del general Martínez Campos.
Martínez Campos no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler. Éste organizó las concentraciones de campesinos, trató muy duramente a los rebeldes y también a la población civil.
En el plano militar, la guerra no era favorable al ejército español debido a la gran mortandad que se produjo entre las tropas.
En 1897, tras el asesinato de Cánovas y conscientes del fracaso de la vía represiva llevada a cabo por Weyler, el nuevo gobierno liberal lo destituyó del cargo y encargó el mando al general Blanco. Éste inició una estrategia de conciliación decretando la autonomía de Cuba, pero los independentistas, que contaban con el apoyo estadounidense, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades.
Paralelamente al conflicto Cubano, en 1896 se produjo una rebelión en las islas Filipinas. Los intereses económicos españoles eran mucho menores que en Cuba, pero se mantenían por su producción de tabaco y por ser una puerta de intercambios comerciales con el continente asiático.
El independentismo fraguó en la formación de la Liga Filipina , fundada por José Rizal en 1892, y en la organización clandestina Katipunán. El capitán general Camilo García Polavieja condenó a muerte a finales de 1896 al líder de la insurrección: Rizal. El nuevo gobierno liberal de 1897 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, que pacificó momentáneamente el archipiélago.
El interés de Estados Unidos por Cuba había llevado a realizar diferentes proposiciones de compra de la isla, que España siempre había rechazado. Las campañas de prensa de Herst y Pulizer movilizaron a la opinión pública estadounidense en contra de España.
La ocasión para intervenir en la guerra la dio el incidente del acorazado estadounidense Maine, que estalló en el puerto de la Habana en abril de 1898. Estados Unidos culpó falsamente del hecho a agentes españoles y envió a España un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba. El gobierno español negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum estadounidense, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Comenzaba así la guerra hispano-norteamericana.
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