martes, 23 de marzo de 2010

HIS TEMA XI part 3 Guerra colonial y Crisis del 98

III. LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98
a)      Consecuencias económicas
Pese a las pérdidas humanas y materiales, la derrota no fue tan desastrosa en el terreno económico por la repatriación de los capitales, la continuidad en los mercados latinoamericanos y las reformas de Hacienda introducidas por el ministro Fernández Villaverde.
b)     Consecuencias políticas o ideológicas
En este terreno la pérdida de las colonias sí causó un importante impacto psicológico que se tradujo en:
1.      Una crisis de conciencia nacional
La derrota sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración porque significó la destrucción del mito del Imperio español.
Además, la prensa extranjera presentó a España como una “nación moribunda”, con un ejército ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes.
Un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98, intentaron analizar el “problema de España” en un sentido muy crítico y pesimista.
2.      Un mayor empuje de los nacionalismos
La crisis política estimuló también el crecimiento de los movimientos nacionalistas , sobre todo en el País Vasco y Cataluña.
3.      Aparición del regeneracionismo
Algunos intelectuales formados en la Institución Libre de Enseñanza consideraban que la sociedad y la política españolas no favorecían ni la modernización de la cultura ni el desarrollo de la ciencia. Esta corriente, que hablaba insistentemente de la regeneración de España, acabó conociéndose como regeneracionismo. Su mayor exponente fue el aragonés Joaquín Costa.
Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y de elevar el nivel educativo y cultural del país.  IV. CONCLUSIÓN
El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración  y la aparición de una nueva generación de políticos, intelectuales, científicos, activistas sociales y empresarios. Sin embargo, la política reformista de tono regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos gobiernos tras la crisis del 98 no llevó a cabo las profundas reformas anunciadas.
La derrota militar tuvo también consecuencias en el ejército, acusado por una parte de la opinión pública de tener gran responsabilidad en el desastre. Una parte de los militares se inclinó hacia posturas más autoritarias e intransigentes, atribuyendo la derrota a la ineficacia y la corrupción de los políticos. En el seno del ejército fue tomando cuerpo un sentimiento corporativo y el convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia y protagonismo en la vida política del país. Esta injerencia militar fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y culminó en el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923 y en el golpe de estado protagonizado por el general Franco en 1936.

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